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Jorge Alberto Gudiño Hernández

14/05/2016 - 12:04 am

El paratexto

En términos simples, el paratexto es todo aquello que acompaña al texto. Aunque suena tautológico, es sencillo.

El paratexto también funciona como objeto de estudio en la medida en la que éste depende del autor. Foto: shutterstock
El paratexto también funciona como objeto de estudio en la medida en la que éste depende del autor. Foto: shutterstock

En términos simples, el paratexto es todo aquello que acompaña al texto. Aunque suena tautológico, es sencillo. El paratexto va desde la contraportada hasta el título (aunque aquí podría haber algunas discusiones). El paratexto también funciona como objeto de estudio en la medida en la que éste depende del autor. Hay otros casos, en las ediciones críticas, por ejemplo, en que se suman a la causa las notas, las aclaraciones, los prólogos y los textos liminares. Alejándonos un poco del estricto campo de acción de la academia, incluso podríamos sumar todos esos pequeños textos informativos que dependen más de la industria editorial que de la propia obra. Así, el libro entero cuenta con elementos paratextuales como la página legal, el colofón, el ISBN y, siendo muy estrictos, hasta los números de las páginas.

No busco ocuparme de esas minucias sino de aquellos paratextos que, de una u otra forma, también forman parte del libro que leemos. Es decir, lo que se encuentra en las páginas de los mismos y que completan la edición.

Confieso que no me gustan los prólogos ni las introducciones. Sobre todo, cuando son ajenas. Si acudo a la lectura de un libro sólo por placer, me incomoda un poco que alguien quiera sumar su lectura a la mía. Más si lo hace antes de que yo haya terminado mi propio proceso. Si acaso, me salto esas partes y acudo a ellas hacia el final, cuando mi opinión se ha formado y ya estoy en condiciones de participar de un diálogo. Hablo, claro está, de mi lectura de novelas. Con los textos académicos, con algunos ensayos, no suelo tener esa resistencia. La tengo, empero, con esas bellísimas ediciones conmemorativas que no sólo tienen uno sino varios prólogos, proemios, notas liminares, introducciones, apuntes preliminares y, para colmo, notas a pie de página propias de una edición crítica. Insisto: si no estoy haciendo un estudio sobre la obra en cuestión, la prefiero libre de todas estas intervenciones no autorales.

Es justo hacer una aclaración antes de ir al otro lado del asunto. Cuando todos los paratextos incluidos en el párrafo anterior son parte de la obra, cuando el autor los incluyó por alguna razón, entonces sí acudo a ellos. En cierta forma, bien podrían prescindir del prefijo –para. Entonces son parte del texto.
Confieso, ahora, un placer culpable. Me gusta cuando los libros, tras haber concluido su lectura, incluyen alguna nota. Muchas veces es una lista de agradecimientos autorales; otras, una suerte de explicación del proceso de escritura; unas más, una disculpa del autor por haber dado rienda suelta a sus obsesiones. Sean unas u otras las razones, me gusta leerlas. Lo disfruto. Y son, claramente, un paratexto. Más aún, un paratexto escrito a posteriori por alguien en quien no suelo confiar: el autor asumido como tal.

Supongo que la razón que justifica mi gusto descansa en el hecho de que vienen al final del libro. Así, podrían ser como el puro que se fuma tras la comida. Ya no es parte de ella. Sin embargo, sirve para redondear una experiencia. Al igual que la sobremesa, es la posibilidad de abrir un diálogo que, hasta ese momento, apenas era la ingesta indiscriminada de letras.

Así pues, me confieso goloso pero ordenado porque, eso sí, nunca adelanto la lectura para encontrarme con esos paratextos. Sería como fumar entre plato y plato y yo, que fumé en alguna época pero ya no lo hago, sé que eso resulta por demás desagradable. Así como una experiencia clausura a la otra porque altera la percepción de los sabores, los paratextos a la mitad del texto distraen la lectura y la vuelven menos placentera… aunque yo no soy nadie para decirle a la gente cómo comer. Mucho menos cómo leer. Provecho.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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